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“Extrañas sensaciones se cruzan y me parece imposible discernirlas de mi espacio. Una cucharada tras otra, le daba la sopa en su inmovilidad. Oía como tragaba y el descender líquoso hasta el estómago. Luego, una sonrisa de labios, un pestañear de aire y mi voz, hueca en el silencio. Acaricie su pelo, indulgente cadencia. Se durmió y su respiración arrinconó la mía que se ahogaba en sí misma, mientras el ruido del mundo estaba en mi mente y era incapaz de soplárselo. Por la tarde, intenté absorber las alegrías del afuera pero sólo oí gritos de asfalto; aquel magnífico mundo que quería darle, me pareció lejano

Ella yacía en el reposo, su pulso se aceleró cuando le mojé los labios. Y volví a contener mi respiración, quería saber que pensaba, que se decía en secreto. Mi confusión y su mirada parada en mí, me turbó: tremenda sensación de roca, cuando las olas baten sobre ellas. Seré yo quien no sabe escuchar los ruidos del mundo? Yo sólo se escuchar esta mente mía, llena de insignificantes gritos, pero gritos”

Chaude, Ruidos 1/2

 

A veces me sé insignificante y otras de mucha presencia, y, a veces, ni lo pienso. Pero éste saberme insignificante me produce alivio, y es contrapunto de esta presencia tan egocéntrica de mi actividad mental. Perderme en absurdos e incontrolados pensamientos sin hacer el mínimo esfuerzo para acallarlos. Son pensamiento sin voz, sin escritura, sin imagen ni contexto y me pregunto sobre su dislocación, sobre su disolución; ahora, cuando tantos gritamos: otro mundo.

Claude, Ruidos 2/2